Ni una guía de viajes ni una lista de las cinco o diez, jamás veinte (eso es mucho trabajo, pues) actividades que se deben de hacer en un destino viajero. Esa no es la pretensión ni el propósito de este relato, total, cada quien sabe lo que busca y lo que encuentra, más aún en una ciudad como Arequipa, en la que no es necesario buscar demasiado para encontrar mucho más de lo que dicen las guías y las listas.
Y por tanto escribir sobre búsquedas y encuentros, todavía no menciono ningún lado. Solo he revelado que ando por tierras mistianas. Nada más. No he dicho siquiera como arribe hasta aquí. Si fue después de un maratónico viaje de 16 horas por carretera (ves pasar el Perú por tu ventana) o si me vine volando en menos de dos horas desde Lima (son tres o cuatro si se cuentan los trámites aeroportuarios).
Tampoco les he comentado si es necesario adquirir el pasaporte arequipeño, ese recuerdo que apela al espíritu libertario de los hijos de la “Ciudad Blanca”, o si en mis bolsillos los soles se juntaron con los characatos, el nombre de la moneda simbólica que al igual que el pasaporte- se compra y se vende como souvenir por aquí y por allá, en fin, en muchos lugares.
Así que no hay forma de ignorarlos. Algunos logran escaparse de la tentación de llevarlos a casa, cosa que no ocurre con los ya centenarios chocolates de La Ibérica. Un auténtico símbolo y emblema, como el Anís Najar que, al igual que el whisky, presenta diversos colores de etiqueta, la Kola Escocesa, la gaseosa regional, y en los últimos años, los refrescantes helados Artika.
Solo algunas marcas y sabores identificados con esta ciudad monumental fundada el 15 de agosto de 1540 por Manuel Garci de Carbajal. Las menciono solo porque esta crónica no es una guía ni un listado de atractivos turísticos. Si lo fuera, no me atrevería a contarles como hacen los arequipeños para curarse de la resaca después de una noche inquieta en la Dolores o en San Francisco y Santa Catalina (estos últimos en el Centro Histórico).
Aquí no hay caldo de gallina ni ceviche resucitadores. Aquí se come adobo de cerdo con pan de tres puntas en el distrito de Cayma. Y si bien no puedo dar fe del éxito del tratamiento, si estoy en la capacidad de afirmar con conocimiento de causa (no rellena) que dicho potaje es una auténtica delicia, como tantos otros platos de la gastronomía “characata” que se sirven opíparamente en las llamadas picanterías.
La lista de platos típicos es larga y bastante conocida. Rocoto relleno, solterito, ocopa, chupe de camarones, pastel de papa, cuy chactado, zarza de patas y, además, una sopa para cada da de la semana. El lunes es chaque de tripas, el martes se sirve chairo, el márcales sopa de chochoca, el jueves el paladar prueba el menestrón y el viernes es día de chupe.
El viernes y el sábado no lo mencionamos, para que usted los busque y los descubra en su próxima visita a Arequipa, esa visita en la que debería caminar por el Centro Histórico declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad- avistar los tres volcanes (Misti, Chachani y Pichu Pichu) desde los miradores de Sachaca o Yanahuara, llenarse de fe en los monasterios de Santa Catalina de Siena y Santa Teresa y, por qué no, hasta escalar el Misti.
Solo algunas ideas para pasarla bien en Arequipa. Ideas que no son parte de una guía de viajes y menos de una lista de las cinco o diez jamás 20, lugares por lo que usted deberá incursionar con o sin pasaporte con o sin characatos en el bolsillo.
Fuente: rumbosdelperu.com