La llegada de los primeros automóviles a Arequipa fue un acontecimiento trascendental que se produjo al bordear la segunda década de los años veinte del siglo pasado. Así fue como la modernidad reemplazo las carretas y los caballos por novísimos vehículos movidos por rugientes motores a gasolina que les proporcionaban varios “caballos de fuerza” o “horse power” para servir a los mistianos.
Al unísono apareció también el primer servicio de taxis mediante simpáticos carros de la emblemática fábrica de Mr.Henry Ford , a los que se les apodaba cariñosamente “folleques” para los cuales se requirió de atentos conductores de los que también hay que hacer memoria.
El señor que aparece en estas históricas fotografías posando junto a un antiguo y clásico automóvil Ford modelo A, luciendo la indumentaria que identificaba a los choferes de inicios del siglo XX, se llamaba Eudocio Castillo Zegarra. Don Eudocio nació el 1 de marzo de 1892, su tierra de origen no fue Arequipa, pero vivió en estos lares casi toda su existencia.
Era un adolescente cuando se convirtió en conductor de carretas jaladas por caballos, único transporte urbano de la época, mucho antes que la modernidad diera paso a la aparición de los vehículos motorizados en el Perú. Su tarea entonces era sumamente agitada, pues el dominio de los antiguos carruajes tirados por animales era pesado. Contaba, por ejemplo, que el traquetear de las ruedas de las carretas sobre las calles empedradas de Arequipa era tan estridente y movido, que en una ocasión, al dirigirse al cementerio de La Apacheta llevando a un finado, el ataúd cayó a un lado del camino debido al bamboleo y nadie se percató del hecho hasta llegar al destino y ante la consternación de los deudos.
Al llegar los primeros automóviles a la Ciudad Blanca, don Eudocio fue también uno de los que conformo la lista de avanzada en aprender su manejo y en obtener licencia para conducirlos. Prueba hay de ello: su brevete tenía el número 07 de la serie de matrícula.
Cuando lo entrevistábamos para hablar de “la Arequipa de antes”, él era pródigo y rico en recuerdos y detalles que se pueden compartir. Recreaba como empezaron a hacer rodar sus novísimos armatostes por las calles mistianas de antaño, unas de tierra afirmada y otras empedradas con canto rodado, a través de las cuales realizaban los nacientes servicios de taxi y cuyo paradero principal estaba ubicado en la Plaza de Armas.
Entre sus compañeros de oficio evocaba a don Pascual Prado y su tocayo Pascual Vargas, a un señor de apellido Wallstron y con amenidad se refería siempre a don José Cervantes apodado “Diez sanguches” y al simpático “Charasani” Ramírez, entre otros. Dando muestras de ser campechano, no dudaba en dar a saber el apodo que a él le endilgaron: “El león” le decían, pero no por su ferocidad, sino porque tenía el rostro picado de viruelas. Todos ellos fueron fundadores de lo que en esos lejanos días se denominaba Sociedad de Choferes y Auxilios Mutuos, cuya sede estaba en los altos del Portal de San Agustín, gremio que sería tiempo después rebautizado como Sindicato de Choferes y Anexos de Arequipa.
Caracterizado por su capacidad conductiva y buen trato, don Eudocio Castillo brindó por varios años sus servicios de taxi a la población en general y a distinguidas personalidades de nuestro medio en particular. Recordaba con satisfacción que traslado frecuentemente a los alcaldes del Concejo Provincial de Arequipa a ejercer su misión cotidiana ad honorem, resaltando especialmente a don Guillermo Lira de Romaña, entre los años veinte y treinta del siglo pasado.
Justamente fue la comuna que designó a este pionero de los choferes cómo “mayoral”, una especie de rango que lo distinguía y lo responsabilizaba como instructor de manejo y de reglas de tránsito para los aspirantes a ser los nuevos conductores de vehículos motorizados. Para esa tarea, “El león” Castillo utilizaba un “Studebaker” que llamaba la atención por su diseño. En aquella época, el Concejo Provincial era la entidad facultada para otorgar oficialmente los brevetes profesionales o licencias de conducir.
En las postrimerías de los años treinta y comienzos de los cuarenta fue dejando el servicio de taxi dedicándose al transporte de materiales de construcción, para cuyo fin adquirió un pequeño camión. Trabajo tiempo después en la construcción de la carretera Panamericana Sur en los tramos del antiguo trazo, es decir de trocha y túneles de Tiabaya y Vitor hacia el norte, obra culminada por el presidente Odría.
Las décadas pasaban inexorablemente, las ciudades se modernizaron, los viejos y guapos “folleques” dejaron de circular y tomaron el rumbo de los museos, en cambio, don Eudocio no abandono el trabajo al volante de su camión hasta superar los setenta años, falleciendo el 23 de diciembre de 1987 a la venerable edad de noventa y cuatro años, habiendo recorrido un largo kilometraje.
Fuente: La Republica