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La Teoría del Big Bang estallo en Arequipa

Desde fines del siglo XIX, la Ciudad Blanca contó con el observatorio astronómico más avanzado del mundo. De sus observaciones surgieron las primeras pruebas tangibles que validaron la teoría del origen del Universo. Hoy en día el local de este observatorio ha sido propuesto como Patrimonio Científico de la Humanidad.

La Teoría del Big Bang -esa gran explosión que dio origen al Universo- cobro fuerza en 1960 tras la magistral intervención de Stephen Hawking. Pero la idea venia circulando entre astrofísicos y matemáticos de talla mundial desde comienzos del siglo XX.

Sin embargo, la primera gran prueba no teórica que dio pie a la expansión del Universo la sostuvo Edwin Hubble, considerado el padre de la astronomía estadounidense, de ahí que el telescopio espacial lleva su nombre. Pocos saben, empero, que Hubble baso su explicación en la observación de las placas fotográficas de vidrio tomadas en el telescopio de la ciudad de Arequipa.

La historia empezó a fines del siglo XIX cuando la Universidad de Harvard decidió instalar un telescopio de vanguardia en algún lugar de la costa occidental de América del Sur. Hoy sabemos que el mejor lugar es el desierto de Atacama, en Chile, pero en 1889 el científico Solon I. Bailey descartó el desierto chileno por su escasa infraestructura y viajó a Perú, donde el entonces presidente Andrés Avelino Cáceres lo convenció para instalar el telescopio en Chosica. Las lluvias de temporada, el exceso de nubosidad y los huaicos propios del Fenómeno del Niño obligaron a cambiar la sede del telescopio y se mudaron al mirador de Carmen Alto, en el distrito arequipeño de Arequipa.

Fue ahí donde el poderoso telescopio Bruce del 24 pulgadas, la joya de la tecnología astronómica de la época, empezó a fotografiar el cielo desde febrero de 1896. Desde entonces miles de placas de vidrio fueron iluminando la ciencia astronómica.

Si bien el cielo arequipeño era mejor que el de Chosica, los científicos gringos no calcularon el temperamento explosivo de los arequipeños. En la revolución de 1895 Bailey y su familia fueron tomados prisioneros y acusados de “rebeldes” cuando se disponían a tomar su barco en el puerto de Mollendo.

La Teoría del Big Bang estallo en Arequipa

Satélites y asteroides “quechuas”

Más allá de las anécdotas revolucionarias, el telescopio siguió funcionando y Bailey logró registrar más de 300 conglomerados globulares. Gracias a las placas fotográficas que llegaban por cientos a la Universidad de Harvard, en 1899 Willian Pickering logró descubrir el satélite Phoebe -la novena luna de Saturno. En 1901 y 1902, desde el telescopio arequipeño se descubrieron los asteroides 475 “Ocllo” (en honor a la esposa de Manco Capac), 504 “Cora” y 505 “Cava”. Fueron los primeros asteroides bautizados con nombres de origen quechua.

Tanto en el observatorio de Carmen Alto como en las instalaciones de la Universidad de Harvard, en EE.UU. las placas fotográficas de vidrio eran supervisadas por un grupo de mujeres estadounidenses conocidas como las “calculadoras”, todas ellas de exquisita formación matemática y física pero que por ser mujeres -perjuicios de la época- no merecían el título de astrónomas, una de ellas, Henrietta Leavitt (1868-1921). Observando cuánto demora la estrella en retornar a su brillo inicial podemos calcular su luminosidad intrínseca. Esta relación es conocida como la relación Periodo-Luminosidad de las Cefeidas. Este descubrimiento fue realizado por Henrietta Leavitt a partir del análisis de las placas fotográficas que religiosamente salían de puertos peruanos con dirección a Harvard.

Esta nueva y recién descubierta relación astrofísica, propia de estos objetos, fue usada por Edwin Hubble (quien ya había medido las velocidades de varias galaxias) para poder establecer las distancias correspondientes a cada una de sus galaxias. Lo que descubrió y probó Hubble fue que cuanto más lejana era la galaxia, más rápidamente se alejaba. Esta característica es propia de un espacio en expansión. Es decir, Hubble probó que nuestro universo estaba expandiéndose: En estos momentos las galaxias del universo están que se alejan unas de otras, apartándose cada vez más. Si retrocedemos mentalmente en el pasado, podemos decir que las galaxias estuvieron un poquito más juntas el día de ayer que hoy. Así es.

Y si retrocedemos aún más en el pasado, las galaxias debieron estar aún más juntas. Podemos seguir retrocediendo y llegar a algún momento en el que todo nuestro universo estaba contenido en una pequeña región. Y de hecho esa región debía tener condiciones físicas extremas. Es así como llegamos a una propuesta interesante. Esa propuesta no es ni más ni menos que la teoría de la gran explosión inicial. La Teoría del Big Bang había nacido.

Es decir, el cielo de Arequipa proporcionó los insumos para la formulación de la teoría del Big Bang.

De 1918 a 1922, el Observatorio de Carmen Alto fue dirigido por el científico peruano Juan E. Muñíz, quien trabajó durante 20 años en el mantenimiento de los telescopios y su sofisticado instrumental. Muñíz inventó una conexión eléctrica que sincronizaba los relojes ecuatoriales. Fue patentado como la “conexión Muñíz” en honor al peruano.

El observatorio de Arequipa estuvo allí hasta el año 1927. Fue desinstalado y todo el instrumental fue trasladado a una estación en Sudáfrica. A propósito de ello, Francisco Gómez de la Torre, maestro arequipeño, escribió en la revista “Mundial” de la época (1928, Lima): “El paso por el suelo peruano de los astrónomos de Harvard no ha dejado huellas permanentes porque las ha borrado el viento de la indiferencia nacional”. Pero en Harvard quedaron más de cien mil placas fotográficas tomadas en Arequipa. El observatorio de Carmen Alto sirve hoy como depósito de una asociación benéfica.

Este observatorio que marcó un antes y un después en el avance de la astronomía en el mundo quedó en el olvido hasta comienzos del siglo XXI, cuando un grupo de científicos peruanos y extranjeros iniciaron una campaña para declararlo Patrimonio Científico de la Humanidad.

Ahora son tiempos nuevos, y la astronomía como una de las ciencias más antiguas emerge con toda su belleza.

Este tipo de historias son las que debemos hacer conocer, no sólo como fuente de reflexión, sino para que dejen huella en los jóvenes de hoy. Y por supuesto también para que sirvan como fuente de inspiración para las nuevas generaciones que buscan nuevos y desafiantes retos científicos.

Fuentes: Diario La República / Revista Ideele.

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